“¿Vale la pena?”, habría respondido Jorgenrique de habérsele preguntado sobre la creación de esta Fundación que lleva su nombre, porque siempre rehuyó el aplauso, la lisonja, los halagos. Pero movidas por la exigencia de sus lectores, tras su fallecimiento su mujer, Nicole Rouan, y sus hijas, Alejandra y Rosángela, decidieron, contrariándolo, crearla de todos modos.