Crónicas

Mirando a todas partes

«La Historia es siempre contemporánea»
Benedetto Croce

Con este nombre, entre 1985 y 1998, Adoum mantuvo una sección en la revista Diners. La mayoría de esos textos —y algunos aparecidos en otras publicaciones— fueron recogidos en una edición de Seix Barral – Planeta del Ecuador en 1999, con la siguiente Nota del autor:

El más antiguo de los textos aquí reunidos —«En esa lucecita yace mi hermano»— data de junio de 1985, y el más reciente —«Entre el escritorio y la cama»—, de abril de 1997.

La selección, hecha de común acuerdo con los editores, pretende salvar de la fugacidad de la prensa periódica aquellos que pueden tener aún vigencia. Habría sido fácil, pero inútil, volverlos «actuales», poniendo, ante todo, en pretérito los verbos empleados en tiempo presente y, luego, sobrecargando el texto con notas, entre corchetes o en pie de página, a fin de actualizar los datos informativos o, peor, el análisis de los hechos, lo que entraña el peligro de conducir al autor incluso a una tergiversación de sí mismo al mejorar su propio testimonio acerca de aquel que fue.

Se ha tratado, más bien, de reconocer en el escritor —novelista, poeta o periodista— su función de testigo de la historia (otros, más afortunados, han sido, además, actores de ella) en el momento en que sucede o que se la interpreta. Benedetto Croce ha dicho (se lo oí a José Saramago) que «la Historia es siempre contemporánea». Quiero entenderlo en el sentido de que los hechos, en cualquier época que acontezcan, y más aún si coexisten con el escritor, son interpretados y narrados según el pensamiento y la sensibilidad de su tiempo. Y el nuestro, vertiginoso, cambia con tan terrible rapidez, que no se trata ya de periodos, eras o épocas sino de años y hasta de meses.

De donde cabría deducir que todo texto pertenece a ese género, más o menos reciente y vago, llamado «testimonio», considerado como el escrito por un autor que da fe de acontecimientos en los que participó, de una manera u otra, mirándolos de lejos, como en el caso del periodista que no es corresponsal de guerra. E inventándolos, incluso: así se explica que, cuando integraba el jurado de un concurso literario de ese género, Luis Cardoza y Aragón haya dicho un día: «Acabo de leer un muy buen libro de testimonio sobre la guerra de Troya, firmado con el seudónimo de Homero».

Las crónicas rescatadas, cuando, como en este caso, no se las adapta o acomoda a la «actualidad» de su autor (apenas hay aquí correcciones de estilo y erratas en el levantamiento del texto), dan fe, asimismo, de su fidelidad a las ideas y su perseverancia en una actitud, correcta o errónea, o de sus retractaciones, reconciliaciones, abjuraciones: aquellos «embrujamientos y desviaciones» que, según se preguntaba Octavio Paz, pueden ser «las historias de un error».

Pero en tal caso, como en todos, como siempre, el único que puede decidir es el lector.

J.E.A.

Con ese mismo propósito se reúnen en esta sección esas crónicas rescatadas entonces.

Ah si fuera dable por un día
limpiar el amor de todo cuanto es cierto.

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