Biografía
Su biografía
Ecuatoriano, nació («de eso no hay duda», dice) en 1926. Hizo buena parte de su secundaria en las aulas de un establecimiento jesuita gracias a las cuales se volvió ateo y antifalangista, y la terminó en un colegio fiscal donde «encontrar el marxismo y el psicoanálisis fue como haber adquirido las dos llaves que abrían las puertas del mundo».

Terminó sus estudios de Filosofía y Derecho en la Universidad de Chile. («Siempre he dicho que casi todo lo poco bueno que soy y tengo se lo debo a Chile»). En Santiago, Pablo Neruda le preguntó si quería «hacerle de secretario” y cumpliendo esas funciones, en su casa conoció, entre otros escritores, a Rafael Alberti, Nicolás Guillén, Miguel Ángel Asturias. Con Neruda mantuvo «una amistad invariable e intermitente que duró de 1945 a 1971, año en que lo despedí, sin saber que no volvería a verlo, en París».
En octubre de 1947 se enteró, por casualidad, de que la policía registraba su habitación y lo buscaba.
Supe que las autoridades chilenas nada tenían contra mí: era «mi» embajador quien, aprovechando la situación política interna, había pedido al Ministerio del Interior que expulsara a algunos estudiantes ecuatorianos que nos habíamos opuesto, dos años atrás, a su gestión como Ministro de Gobierno.

Expulsado de ese país al que tanto le debía, volvió al suyo «humillado y pobre», en enero de 1948, y tras haber sido profesor de literatura, director de las ediciones de la Casa de la Cultura Ecuatoriana y Director Nacional de Cultura en el Ministerio de Educación, en 1963 viajó, dentro de un programa de la Unesco, por Egipto, India, Japón e Israel. Fue justamente en Israel —último destino de esa misión— donde se enteró por radio de que los militares habían dado un golpe de estado en Ecuador («me quedé pues, según el dicho popular ecuatoriano, como perro en canoa»), a donde no pudo volver y tuvo entonces que quedarse en París, como profesor de español en un liceo cerca de El Havre. La terminación de su contrato en ese establecimiento coincidió con la necesidad de sacar del país a su familia pues la dictadura había comenzado a «molestar» a su mujer y a sus hijas. Pero era difícil la supervivencia familiar en Europa y aceptó un trabajo de traductor del inglés en China.
De 1964 a 1966 vivió en Beijing, trabajando en la agencia de noticias Nueva China. Habría podido quedarse el tiempo que quisiera
Mas sucede que nosotros teníamos que volver, tarde o temprano, a la selva de América y en China estábamos olvidando nuestras defensas: a los 14 y 9 años, mis hijas podían volver a medianoche de la Ópera de Pekín al hotel, a 15 kilómetros de distancia, sin que nadie se les acercara a fastidiarlas, y así no aprendían a defenderse de seductores y delincuentes; yo participaba en manifestaciones de solidaridad con Panamá y el policía nos aplaudía, con lo cual no recuperaba mi capacidad para escapar a la policía latinoamericana.
Además, y eso era lo peor, no podía escribir: dije alguna vez que para ello quizás me hacían falta los problemas personales, tal como les sucede a quienes, tras haber vivido mucho tiempo cerca de una estación de ferrocarril, se mudan a otro barrio: les hace falta el ruido para dormir.

De regreso a París trabajó hasta 1968 como periodista y locutor en la Oficina de la Radiodifusión y Televisión de Francia y fue lector de la Editorial Gallimard. Año decisivo fue aquel, porque
Mayo del 68 ha sido hasta hoy el único acontecimiento histórico en que he participado o del que, por lo menos, he sido testigo. (Cuando la Guerra Civil Española era muy niño; la Revolución China no nos concernía, tal vez por china, tal vez por distante; la hermosa «travesura» cubana nos tomó de sorpresa; para Vietnam ya estaba demasiado viejo y, de todos modos, no nos pidieron ayuda.) Fue el único movimiento en que participó la poesía y en que se luchó contra la estupidez.

De 1969 a 1986 fue funcionario de las Naciones Unidas en Ginebra y de la Unesco en París. En 1987 volvió a su patria.
Tengo la impresión de que la patria, de lejos, era como una amante con la que tenía relaciones pasionales que me hacían rechazarla y reconciliarme; y que de cerca es, pese a la vulgaridad de la imagen, como la madre a la que no por quererla se deja de verla a veces fea, siempre pobre, generalmente injusta. El hecho de juzgarla está mal visto aquí, como si por habernos parido no cometiera errores, como si habernos parido no fuera en sí mismo un error. Pero yo he reivindicado, desde la adolescencia, el derecho a criticarla, precisamente porque es humana.
«Hermoso y duro el regreso a Ecuador», la patria humana donde falleció el 3 de julio de 2009.

…madrúgame mañana
para reamarnos…